| LA NUEVA INQUILINA |
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| Bulletin archive - Bulletin Issue8 October?December 2002 | |||
| Thursday, 28 August 2008 20:44 | |||
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Este medio da llevaba a mi hijo a la escuela, acompañada del inclemente sol de El Salvador, y extrañando la comodidad de un automóvil particular, cuando de pronto, la nostalgia, esa maldita nostalgia que se instaló a vivir en mi alma, volvió a jugar con mis recuerdos y me trajo los buenos tiempos en mi patria. El tiempo en el que creía en todo y le juraba a cualquiera que no haba nada imposible de alcanzar. El tiempo en el que tenía "asegurado" mi futuro y el de mi hijo; el tiempo en el que vivíamos todos junto a la familia y nos reuníamos cada sábado o domingo a comer frijoles sin saber que esos eran los mejores momentos y los que alimentíaran vorazmente a mi nueva inquilina: la nostalgia.
Me volví a preguntar qué había pasado con mis 27 años de trabajo y esfuerzo, esos que me garantizaban que nunca nos iba a faltar lo indispensable, que las palabras "pobreza", "hambre", "mendigar", "hacina-miento" y "lástima", nunca visitaran mi alma. Y como siempre, desde hace 11 meses, el silencio fue la única respuesta y el estoicismo la mejor alternativa. Ya son muchas preguntas sin respuestas que me he hecho desde que tuve que salir de mi pas porque alguien a quien ni siquiera conozco, nos condenó a muerte, a mí y a mi hijo, por andar diciendo la verdad. Por querer demostrar que en Colombia sí hay 3 millones de desplazados internos y miles más en el exilio. Por querer comprobar que la muerte ha dejado más muertos en vida, que los mismos muertos. Por querer contar que las mujeres del campo y la selva se quedaron sin sus hombres y andan por ahí endindose o vendiendo a sus hijos, para no morirse de hambre. Por pintar con imágenes los pueblos fantasma, las plantaciones y los cultivos arrasados, quemados y abandonados, que pasaron ahora a manos de los que decretaron desde hace años el ingreso del horror a mi país. Por eso, sólo por eso, yo estoy ahora aquí, sin el "futuro seguro" que me labra. Viviendo en una casa de huéspedes, con toda mi vida esperando a que la saquen de las 4 maletas y las tres cajas de cartón en que la meté. Con mis zapatos refundidos entre la caja de juguetes de mi hijo con las fotos de mis hermanas y mi mamá guardadas en una bolsa plástica, para que lleguen bonitas al próximo portarretratos que les compre; con el libro de cocina colombiana que me traje para que la distancia no borrara de mi memoria cómo hacer un sancocho de gallina. Y con mis diplomas y premios de periodismo arrancados de sus flamantes marcos, para que conste que sí pasó muchos años de mi vida asegurándome un buen futuro, para mí y para mi hijo. Y en medio del equipaje, colgadas del tiquete de regreso que nunca us, surgen desalmadas las preguntas . Porqué tengo que esperar a que alguien me regale el almuerzo de hoy? Porqué estoy recolectando zapatos, ropa, cuadernos y hasta dinero? Porqué tengo que lavar baños y arreglar cuartos, si estuve 4 años en la universidad estudiando periodismo y otros 20 trabajándolo? Porqué estoy aquí convenciendo a un gobierno extraño de que me d permiso para trabajar legalmente? Porqué tengo que convencer al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, de que mi hijo necesita estar junto a su familia. Y yo también.? Porqué tengo que escribir tantos papeles para demostrarle a un montón de gente que no conozco, que esos números en sus archivos corresponden a seres humanos con nombres, con alma, con sueños perdidos, con hijos sin futuro, con derechos. Si, con DERECHOS. Y asi están todos los demás: Juan Carlos, su esposa y sus tres hijos; Carlitos, Claudia y sus dos hijos; la viuda del sindicalista, que llegó también con dos menores; la familia Castro, la señorita Gómez, y el nuevo, que llegó esta semana, augurando que ya vienen los demás haciendo parte de la lista de refugiados en El Salvador, y agrandando la de Colombianos exiliados en el mundo.Todos ellos tienen el mismo huésped viviendo en sus almas: la bendita nostalgia. Sí, ahora la bendigo porque gracias a ella tengo vivos los mares, los ríos, las montañas, el desierto y la selva de mi Colombia. Tengo viva la sonrisa de mi madre y los abrazos de mis sobrinos.los regaños de mis amigos y las advertencias de mis hermanas. Tengo vivo el dolor de ver a los nñios negros en las frías esquinas de Bogotá, aprendiendo a vivir en el exilio interno, extrañando los platanales y la selva del chocó. Tengo vivas la rabia y la impotencia ante el enemigo oculto y traicionero. Y tengo vivas las palabras de Mario Benedetti, cuando decía: "Para matar al hombre de la paz,
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